domingo, 26 de septiembre de 2010 | By: BlackZack

Simeón de Toledo, el Buscador de Secretos

Clan: Capadocio
Sire: Anselmo
Naturaleza: Arquitecto
Conducta: Pedagogo
Generación:
Abrazo: 742 d.C.
Edad aparente: 50 años
Camino: Cielo
Lengua materna: Castellano
Lenguas aprendidas: Latín, Italiano, Griego y Enoquiano

Historia: Corría el año de Nuestro Señor de 712 cuando un joven aspirante a sacerdote vio cómo todo lo que conocía, su ciudad natal, Toledo, caía bajo las armas y los poderes diabólicos de los sarracenos. Acompañado por su maestro Anselmo, la casta dama Isabel y Pedro, que había llegado a querer como a un hermano, huyó hasta tierras ítalas, donde habría de hospedarse y vivir toda su vida en el monasterio de Montecassino. Ahí vivió hasta que, poco después de alcanzar la cincuentena, enfermara y, al borde de la muerte, Anselmo lo convirtiese en uno de los descendientes de Caín.

Fue en Montecassino donde su camino hacia el Señor comenzó de verdad, al aceptar la enorme y difícil prueba de superar las vicisitudes de la vida en obligado pecado que es la de cualquier Cainita, purgándose a cada paso para poder ser digno de Su misericordia. Aprendió los secretos de la noche y los de la muerte, la sabiduría arcana de los hijos de Cappadocius. Sin embargo, de poco le sirvieron cuando los sarracenos llegaron también al monasterio y acabaron con casi todos los que allí vivían, servían al Señor, trabajaban y estudiaban.

Su camino de tristeza y penitencia lo llevó hasta Rávena, donde unos años de tranquilidad precedieron la catástrofe. Traición tras traición, acabó renegando del sire de su sire, el abad Umberto, tras Abrazar a Rafael, su primer chiquillo, víctima de las ambiciones del impío prior. Su huída lo condujo hasta Praga, a donde Anselmo había huido tras el conflicto con su propio sire. Mas no tardaron en irse bajo las amenazas de los oscuros señores de esas tierras bohemias. Aunque Anselmo y Rafael se dirigieron a Tierra Santa, el Señor sonrió a Simeón cuando pudo asentarse en una ciudad sin Cainitas, Estzergom, donde empezó a tomar forma el sueño del padre de crear un feudo puramente cristiano en aquellas tierras inhóspitas, desde donde la Palabra de Cristo tuviera fuerza renovada. Fue allí donde Abrazó al otro miembro de su progenie, Viktor. Pero las fuerzas del mal fueron astutas, durante su ausencia, mientras estudiaba en la sede de su clan, Erciyes, los demonios masacraron a los Cainitas devotos de Estzergom, dejando sólo vivos a una buena amiga, y a su chiquillo Viktor, que pudo avisarle de lo ocurrido. Para cuando pudo ver lo que había sido de su principado, los Ventrue habían derrotado a los Tzimisce y Geza Arpad pasó a dominar aquellas tierras.

Derrotado y penitente, Simeón viajó a Tierra Santa en soledad para reencontrarse con su sire y su chiquillo y seguir profundizando en los misterios de Dios. Mas la calamidad parecía seguir al sacerdote adonde fuera: la Cruzada, la semana sangrienta, el sufrimiento, el dolor y las lágrimas de sangre fueron lo único que Simeón conoció durante meses. Sobre todo, porque ya había visto mucho en su sueños. No había pensado en darle tanta importancia hasta ese momento, pero durante siglos, algunas veces parecía que el Señor se comunicase en sueños con él para mostrarle lo que estaba por pasar.

Buscando respuestas sobre esos sueños, viajó a Constantinopla, y las encontró gracias al Círculo de los Sueños. Siglos de éxitos, amigos y gracias de Dios se sucedieron en la hermosa ciudad de Miguel, pero el Enemigo tenía planes para el sueño del Matusalén Toreador. Poco a poco, como una flor que se marchitaba, Constantinopla fue deshaciéndose hasta acabar quemada por el mal, dejando sólo escombros de un sueño y una sociedad floreciente. Un pequeño trozo de esa sociedad, de la que Simeón es ahora parte, partió hacia el corazón de Europa, donde al parecer la oscuridad no parece menos densa que hasta ahora.

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