martes, 19 de julio de 2011 | By: Seishi

Varvara, heredera del legado

Clan: Toreador
Sire: Nabuk
Naturalera: Confidente
Conducta: Tradicionalista
Generación:
Abrazo: 1219 D.C
Edad aparente: Sobre la veintena
Camino: Camino de la humanidad
Lengua materna: Húngaro
Lenguas aprendidas: Latín

Varvara conoció a Nabuk cuando su viudedad aún era una reciente adquisición. Siendo la tercera hija de una familia noble, había sido prometida a un hombre que a pesar de no poseer grandes riquezas prometía darle un buen futuro, prometía volver con fama, gloria y títulos después de ir a la Quinta Cruzada, pero jamás volvió.

Desamparada y sola, quedó sin marido aún siendo una mujer joven, y ni siquiera había tenido tiempo de quedarse embarazada. Pronto la familia de su difunto esposo la prometió a otro hombre, un hombre rico y con títulos, pero no tan apuesto como su anterior marido, un hombre por el que ni siquiera sentía atracción, pero que le daría estabilidad e hijos, lo cual anhelaba profundamente.

Entonces apareció él. Comenzó a oir rumores de que se sentía interesado por ella, un hombre sin lugar a dudas apuesto, un bardo, que le ofreció sus servicios para intentar alegrar su alma apesadumbrada por la pérdida de su esposo, y por la situación cada vez más carente de su casa y su servicio. 

Comenzó a frecuentarla, guardando siempre las distancias que se debían, alegrando sus apesadumbrados días con sus historias. Ganó poco a poco su confianza, y cuando ella finalmente se fiaba de él, la invitó a disfrutar de una fiesta popular. 

Aquella noche le insistió, quería que se viesen más tarde, pues tenía algo importante que enseñarle. Sintiéndose atraida por él en secreto, terminó por acceder. Él era un hombre muy atractivo, y aunque ella no haría nada que dañase su reputación, su compañía era agradable.

Esperó a que los sirvientes se durmieran, y salió de su hogar a altas horas de la noche. Él estaba esperándola, y la condujo hasta su casa, en el barrio judío de la ciudad de Esztergom. Entonces le dio lo que parecía ser una reliquia familiar, y habló... Le prometió cambiarlo todo, cambiar su vida para que fuera libre y una igual ante los hombres, para que no tuviera que casarse con quien no amaba. Tras hacerle prometer que no le haría daño y no mancillaría su honor, ella aceptó.

Él se abalanzó sobre ella y entonces todo se volvió negro, doloroso y placentero al mismo tiempo. Cuando volvió a ser consciente, ya no era la misma. La había matado, convertido en una muerta en vida. No podría tener hijos, nunca vería sus caras... Jamás vería de nuevo el sol...

Sintiéndose dolida y engañada, sus primeros días en la noche fueron amargos y llenos de odio y resentimiento hacia su sire, el cual la visitaba cada noche para instruirla y enseñarle los detalles de su nueva condición. Pero ella no se quedaría allí para escucharle más... Incapaz de seguir soportándolo, cerró su casa, y escapó de aquel hombre. Empacó sus cosas y se dirigió con sus criados a Budapest, sin saber muy bien qué hacer.

Allí se vio en la obligación de prescindir de su servicio, pues no podía mantenerlo con sus recursos, y pronto se sintió perdida, hasta que la encontró Arianne. Una artesana, como ella, que le brindó su hospitalidad y su tutela, y que la consoló en aquellas noches grises, además de introducirla en la vida de la corte, en la cual parecía moverse como pez en el agua.

Pasó algunos años bajo su tutelaje, sin aún ser liberada, viviendo con Arianne entre las cortes de Budapest, Esztergom y Praga, aprendiendo sobre los poderes de su sangre y los pormenores de la vida cortesana. Su tutora además calmó en parte el resentimiento y el odio que había generado contra su sire. 

Y él volvió a aparecer, aquel hombre que la había convertido, del cual a penas sabía nada. Se presentó ante ella, abatido, rogando por su perdón, explicándose y lamentándose, y su corazón, que a pesar de herido era benévolo, supo perdonarle. Entonces pudo conocer realmente a su sire, a Nabuk, el chiquillo de Miguel. Supo que se había equivocado y que era un buen hombre, y supo que luchaba contra fuerzas mayores y estaba inmiscuido en asuntos que habían manchado su sangre y la de su descendencia, lo cual la incumbía a ella.

De esta manera, chiquilla y sire, recién reconciliados, emprendieron un viaje hacia Hunedora, en el cuál ella podría purgar su sangre.  Pero la desgracia acaeció sobre ellos en aquella travesía, y un enfurecido lupino les atacó en medio del camino. Incapaz de hacer nada más, Varvara sólo pudo hacer lo que su sire le pidió antes de lanzarse contra aquella bestia. Correr y salvar su vida, mientras él distraía a ese monstruo. 

Pudo salvar el pellejo, y cuando volvió al lugar, sólo encontró las cosas que su sire llevaba encima, cubiertas de sangre y de sus cenizas... 

Nabuk había dado su existencia por ella. Su sire la había salvado, le importaba, la quería... Y ella a penas había empezado a conocerle... 

En ese momento un horrible sentimiento de pérdida la invadió, acompañado de uno de deber casi igual de intenso. Debía saber realmente quién era Nabuk, qué había hecho, cuál era esa importante investigación a la que estaba dedicando su vida, esa vida que ahora había perdido por ella... 

Debía seguir su legado. Había heredado su misión en aquel oscuro mundo, a cambio de su propia vida....