martes, 19 de julio de 2011 | By: Seishi

Varvara, heredera del legado

Clan: Toreador
Sire: Nabuk
Naturalera: Confidente
Conducta: Tradicionalista
Generación:
Abrazo: 1219 D.C
Edad aparente: Sobre la veintena
Camino: Camino de la humanidad
Lengua materna: Húngaro
Lenguas aprendidas: Latín

Varvara conoció a Nabuk cuando su viudedad aún era una reciente adquisición. Siendo la tercera hija de una familia noble, había sido prometida a un hombre que a pesar de no poseer grandes riquezas prometía darle un buen futuro, prometía volver con fama, gloria y títulos después de ir a la Quinta Cruzada, pero jamás volvió.

Desamparada y sola, quedó sin marido aún siendo una mujer joven, y ni siquiera había tenido tiempo de quedarse embarazada. Pronto la familia de su difunto esposo la prometió a otro hombre, un hombre rico y con títulos, pero no tan apuesto como su anterior marido, un hombre por el que ni siquiera sentía atracción, pero que le daría estabilidad e hijos, lo cual anhelaba profundamente.

Entonces apareció él. Comenzó a oir rumores de que se sentía interesado por ella, un hombre sin lugar a dudas apuesto, un bardo, que le ofreció sus servicios para intentar alegrar su alma apesadumbrada por la pérdida de su esposo, y por la situación cada vez más carente de su casa y su servicio. 

Comenzó a frecuentarla, guardando siempre las distancias que se debían, alegrando sus apesadumbrados días con sus historias. Ganó poco a poco su confianza, y cuando ella finalmente se fiaba de él, la invitó a disfrutar de una fiesta popular. 

Aquella noche le insistió, quería que se viesen más tarde, pues tenía algo importante que enseñarle. Sintiéndose atraida por él en secreto, terminó por acceder. Él era un hombre muy atractivo, y aunque ella no haría nada que dañase su reputación, su compañía era agradable.

Esperó a que los sirvientes se durmieran, y salió de su hogar a altas horas de la noche. Él estaba esperándola, y la condujo hasta su casa, en el barrio judío de la ciudad de Esztergom. Entonces le dio lo que parecía ser una reliquia familiar, y habló... Le prometió cambiarlo todo, cambiar su vida para que fuera libre y una igual ante los hombres, para que no tuviera que casarse con quien no amaba. Tras hacerle prometer que no le haría daño y no mancillaría su honor, ella aceptó.

Él se abalanzó sobre ella y entonces todo se volvió negro, doloroso y placentero al mismo tiempo. Cuando volvió a ser consciente, ya no era la misma. La había matado, convertido en una muerta en vida. No podría tener hijos, nunca vería sus caras... Jamás vería de nuevo el sol...

Sintiéndose dolida y engañada, sus primeros días en la noche fueron amargos y llenos de odio y resentimiento hacia su sire, el cual la visitaba cada noche para instruirla y enseñarle los detalles de su nueva condición. Pero ella no se quedaría allí para escucharle más... Incapaz de seguir soportándolo, cerró su casa, y escapó de aquel hombre. Empacó sus cosas y se dirigió con sus criados a Budapest, sin saber muy bien qué hacer.

Allí se vio en la obligación de prescindir de su servicio, pues no podía mantenerlo con sus recursos, y pronto se sintió perdida, hasta que la encontró Arianne. Una artesana, como ella, que le brindó su hospitalidad y su tutela, y que la consoló en aquellas noches grises, además de introducirla en la vida de la corte, en la cual parecía moverse como pez en el agua.

Pasó algunos años bajo su tutelaje, sin aún ser liberada, viviendo con Arianne entre las cortes de Budapest, Esztergom y Praga, aprendiendo sobre los poderes de su sangre y los pormenores de la vida cortesana. Su tutora además calmó en parte el resentimiento y el odio que había generado contra su sire. 

Y él volvió a aparecer, aquel hombre que la había convertido, del cual a penas sabía nada. Se presentó ante ella, abatido, rogando por su perdón, explicándose y lamentándose, y su corazón, que a pesar de herido era benévolo, supo perdonarle. Entonces pudo conocer realmente a su sire, a Nabuk, el chiquillo de Miguel. Supo que se había equivocado y que era un buen hombre, y supo que luchaba contra fuerzas mayores y estaba inmiscuido en asuntos que habían manchado su sangre y la de su descendencia, lo cual la incumbía a ella.

De esta manera, chiquilla y sire, recién reconciliados, emprendieron un viaje hacia Hunedora, en el cuál ella podría purgar su sangre.  Pero la desgracia acaeció sobre ellos en aquella travesía, y un enfurecido lupino les atacó en medio del camino. Incapaz de hacer nada más, Varvara sólo pudo hacer lo que su sire le pidió antes de lanzarse contra aquella bestia. Correr y salvar su vida, mientras él distraía a ese monstruo. 

Pudo salvar el pellejo, y cuando volvió al lugar, sólo encontró las cosas que su sire llevaba encima, cubiertas de sangre y de sus cenizas... 

Nabuk había dado su existencia por ella. Su sire la había salvado, le importaba, la quería... Y ella a penas había empezado a conocerle... 

En ese momento un horrible sentimiento de pérdida la invadió, acompañado de uno de deber casi igual de intenso. Debía saber realmente quién era Nabuk, qué había hecho, cuál era esa importante investigación a la que estaba dedicando su vida, esa vida que ahora había perdido por ella... 

Debía seguir su legado. Había heredado su misión en aquel oscuro mundo, a cambio de su propia vida....
miércoles, 1 de junio de 2011 | By: DarkAule

Donovan, Caballero del Señor

Clan: Ventrue
Sire: Sir Conrad
Naturaleza: Juez
Conducta: Soldado
Generación:
Abrazo: 1157
Edad aparente: Treinta
Camino: Camino del Cielo
Lengua materna: Inglés
Lenguas aprendidas: Latín, Alemán, Húngaro.
Historia: Nacido como noble inglés, las circunstancias quisieron que fuera educado en un monasterio de York antes de retomar su vida en el seno de su familia. La devoción religiosa que surgió en él en esos años le llevó a embarcarse en la primera cruzada, buscando participar en la gloriosa toma de Tierra Santa. Quiso el destino que el caballero inglés nunca llegara a Jerusalén ni sufriera las consecuencias de las Semanas Sangrientas que acabaron con la vida de todos los allí presentes. Su camino acabó antes, durante un asalto nocturno a un poblado cercano a Tiro, tras un encuentro con un demonio sarraceno que lo hirió de muerte. Fue rescatado por un hombre que vio en él la fuerza, la valía y la devoción necesarias para enfrentarse a las servidores del mal, y tras ser llevado a lugar seguro, se le daría la oportunidad de unirse a las filas de los Caballeros de Sangre, una orden de caballería en la que sus miembros juran dedicar una vida eterna a la lucha contra los seres surgidos de las tinieblas. Donovan aceptó tal honor de buen grado. Se le puso a prueba durante largo tiempo, pero finalmente fue ordenado Caballero. 

Años después fue enviado a tierras húngaras junto a su sire y un grupo de caballeros. Habían sido destinados a Buda-Pest, como un favor personal de la orden hacia el príncipe de dicha ciudad, un Ventrue llamado Bulscu. Bajo sus órdenes lucharían contra la influencia de Demonios tzimisce y brujos Tremere por igual, manteniendo los territorios del príncipe libres de cualquier influencia ajena a sus deseos. Sería ese mismo hombre el que décadas más tarde, durante una reunión en la corte, envenenaría sus copas y tras declararlos traidores les dejaría perecer bajo el sol. A todos menos a uno. Donovan logró escapar con la ayuda de Pedro, un Capadocio que servía como consejero de Vencel Rickard, uno de los chiquillos de Bulscu. Con  una caza de sangre sobre su cabeza, Donovan se vio obligado a escapar de los territorios húngaros hacia Constantinopla donde Simeón, a petición de su hermano Pedro, le daría cobijo. Una vez en la ciudad cambió su nombre por el de Marcus y aceptó trabajar como guardaespaldas de un Setita llamado Khay'tall, líder de una familia retoño bizantina. Se enamoró de Jameela, la chiquilla de Khay'tall, y ésta acabaría usándolo como herramienta para acabar con la vida de su sire, huyendo luego de la ciudad. Abandonado, pasó el resto de sus días en la ciudad apoyando a Simeón y sus aliados en su conspiración para recuperar Constantinopla de su decadencia. Sin embargo poco pudo hacer para evitar el destino de la ciudad. La noche que la ciudad fue asaltada por los cruzados, Donovan protegió fielmente a sus compañeros en su huída, pero perdió la vista en el proceso, a manos de la misma mujer que acabó con la vida de Miguel. Desde entonces su mundo quedó sumido en la oscuridad.  
domingo, 26 de septiembre de 2010 | By: BlackZack

Simeón de Toledo, el Buscador de Secretos

Clan: Capadocio
Sire: Anselmo
Naturaleza: Arquitecto
Conducta: Pedagogo
Generación:
Abrazo: 742 d.C.
Edad aparente: 50 años
Camino: Cielo
Lengua materna: Castellano
Lenguas aprendidas: Latín, Italiano, Griego y Enoquiano

Historia: Corría el año de Nuestro Señor de 712 cuando un joven aspirante a sacerdote vio cómo todo lo que conocía, su ciudad natal, Toledo, caía bajo las armas y los poderes diabólicos de los sarracenos. Acompañado por su maestro Anselmo, la casta dama Isabel y Pedro, que había llegado a querer como a un hermano, huyó hasta tierras ítalas, donde habría de hospedarse y vivir toda su vida en el monasterio de Montecassino. Ahí vivió hasta que, poco después de alcanzar la cincuentena, enfermara y, al borde de la muerte, Anselmo lo convirtiese en uno de los descendientes de Caín.

Fue en Montecassino donde su camino hacia el Señor comenzó de verdad, al aceptar la enorme y difícil prueba de superar las vicisitudes de la vida en obligado pecado que es la de cualquier Cainita, purgándose a cada paso para poder ser digno de Su misericordia. Aprendió los secretos de la noche y los de la muerte, la sabiduría arcana de los hijos de Cappadocius. Sin embargo, de poco le sirvieron cuando los sarracenos llegaron también al monasterio y acabaron con casi todos los que allí vivían, servían al Señor, trabajaban y estudiaban.

Su camino de tristeza y penitencia lo llevó hasta Rávena, donde unos años de tranquilidad precedieron la catástrofe. Traición tras traición, acabó renegando del sire de su sire, el abad Umberto, tras Abrazar a Rafael, su primer chiquillo, víctima de las ambiciones del impío prior. Su huída lo condujo hasta Praga, a donde Anselmo había huido tras el conflicto con su propio sire. Mas no tardaron en irse bajo las amenazas de los oscuros señores de esas tierras bohemias. Aunque Anselmo y Rafael se dirigieron a Tierra Santa, el Señor sonrió a Simeón cuando pudo asentarse en una ciudad sin Cainitas, Estzergom, donde empezó a tomar forma el sueño del padre de crear un feudo puramente cristiano en aquellas tierras inhóspitas, desde donde la Palabra de Cristo tuviera fuerza renovada. Fue allí donde Abrazó al otro miembro de su progenie, Viktor. Pero las fuerzas del mal fueron astutas, durante su ausencia, mientras estudiaba en la sede de su clan, Erciyes, los demonios masacraron a los Cainitas devotos de Estzergom, dejando sólo vivos a una buena amiga, y a su chiquillo Viktor, que pudo avisarle de lo ocurrido. Para cuando pudo ver lo que había sido de su principado, los Ventrue habían derrotado a los Tzimisce y Geza Arpad pasó a dominar aquellas tierras.

Derrotado y penitente, Simeón viajó a Tierra Santa en soledad para reencontrarse con su sire y su chiquillo y seguir profundizando en los misterios de Dios. Mas la calamidad parecía seguir al sacerdote adonde fuera: la Cruzada, la semana sangrienta, el sufrimiento, el dolor y las lágrimas de sangre fueron lo único que Simeón conoció durante meses. Sobre todo, porque ya había visto mucho en su sueños. No había pensado en darle tanta importancia hasta ese momento, pero durante siglos, algunas veces parecía que el Señor se comunicase en sueños con él para mostrarle lo que estaba por pasar.

Buscando respuestas sobre esos sueños, viajó a Constantinopla, y las encontró gracias al Círculo de los Sueños. Siglos de éxitos, amigos y gracias de Dios se sucedieron en la hermosa ciudad de Miguel, pero el Enemigo tenía planes para el sueño del Matusalén Toreador. Poco a poco, como una flor que se marchitaba, Constantinopla fue deshaciéndose hasta acabar quemada por el mal, dejando sólo escombros de un sueño y una sociedad floreciente. Un pequeño trozo de esa sociedad, de la que Simeón es ahora parte, partió hacia el corazón de Europa, donde al parecer la oscuridad no parece menos densa que hasta ahora.
jueves, 16 de septiembre de 2010 | By: Alejandro Vega

Sobre cómo me otorgaron el don de la inmortalidad por la sangre...

Mi vida como mortal carece hoy en día de sentido. Fuí abandonado en un monasterio en las lindes de los Cárpatos, donde su abad me acogió y me crió. Nunca conocí a mis padres, nunca supe de donde venía... y nunca lo sabré. Pero sí sé a donde quiero ir, y nadie me impedirá hacerlo. Años pasé en aquel monasterio, algo más de dos décadas, haciéndome fuerte y, sobre todo, estudiando. El Señor no me había otorgado con un bello rostro, pero si con una gran capacidad de aprendizaje. Cuando aquel cubículo se me quedó pequeño, decidí ir a la sede central de mi orden: el Monasterio de San Juan Estudio, situado en la capital del imperio Bizantino.

El centro neurálgico de los Obertu se me presentó como un lugar lleno de posibilidades, si bien en aquella época lo recuerdo bastante tenebroso... Era demasiado débil por entonces. Había una inmensa cantidad de libros nuevos, que devoraba noche tras noche con avidez. En ese momento todavía estudiaba simplemente por placer... además de débil era demasiado inocente... y entre sesiones de estudio le conocí. Su nombre era Theoleon, y nunca dejaba que se le viera el rostro. Su voz era imponente, grave y ligeramente gutural, y vestía unos hábitos distintos a los de la mayoría de los hermanos, de un profundo color negro. Nuestra primera charla fue bastante simple, pero al parecer a él le intereso de sobremanera.

No siendo capaz de quitarme de la cabeza a aquel hombre cuya aura destilaba algún tipo de poder que yo no podía comprender, hice lo que mejor se me daba: estudiar e investigar. La curiosidad se acrecentó en mi alma cuando escuché entre los muros del monasterio que Theoleon pertenecía a un grupo de monjes llamados los "Iluminados", la élite dentro del Monasterior, pero me curiosidad se vió rápidamente sustituida por inquietud cuando pude notar su figura vigilándome desde la ventana de mi dormitorio.

- "Azael..." - me decía, con su desconcertante voz - "Eres diferente a los demás... tienes las aptitudes... tienes el interés... Eres buena materia para poder unirte al grupo de los Iluminados..." - de no haber sido por lo pusilánime de mi existencia de entonces, me habría sentido entusiasmado, en vez de asustado - "¿Estás dispuesto a realizar los sacrificios necesarios y a recorrer el sendero de la Iluminación para convertirte en un Obertu?".

Asentí ligeramente con la cabeza, aún confuso. Entonces él, con un pequeño cuchillo, se rajó la muñeca, manchándose todo de brillante carmesí - "Bebe, Azael." - mi duda pudo ser comprensible, pero aún así bebí. La sangre era deliciosa, potente y... divina. Lo noté en ese momento. Sabía que Theoleon no era humano. Podría ser un ángel, o quizás algun otro ser, pero su divinidad era innegable. Y yo la quería.

- "A partir de hoy, Azael, te alimentaré cada semana, a cambio de demostrar tu valía. Cada semana deberás demostrarme tu evolución, la capacidad que tienes de adquirir conocimientos donde otros no los tienen... y yo, te alimentaré de mi sangre".

No me costó mucho tiempo descubrir la naturaleza cainita de Theoleon y los demás iluminados, pero yo no estaba ahí para criticarlos. Su maldición, al fin y al cabo, era obra del Señor. Era la prueba que tenían que superar para trascender a la divinidad, y si bien los ideales eran correctos, con el tiempo su evolución determinó una aberración como creo que nunca jamás volveré a ver...
martes, 14 de septiembre de 2010 | By: DarkAule

Drusus, Maestro de Sombras

Clan: Lasombra
Sire: Adelphos
Naturaleza: Bellaco
Conducta: Juez
Generación:
Abrazo: 1157
Edad aparente: Veintitantos
Camino: Camino de los Reyes (Senda del Visir)
Lengua materna: Latín.
Lenguas aprendidas: Árabe, Griego.
Historia: Nacido como segundogénito de una familia bizantina, Drusus comenzó su historia como bibliotecario del Gran Palacio. Por ese entonces era un joven noble y ambicioso, que luchaba por labrarse un hueco en el imperio bizantino. Con el tiempo sus habilidades llamarían la atención de un cainita griego llamado Adelphos, perteneciente a la familia retoño de los Lasombra Magnus, quien escogería a Drusus para convertirse en su mano derecha. Con el abrazo descubriría una verdad que cambiaría su mundo para siempre: La ciudad en la que vivía y que tanto amaba no era gobernada por meros mortales, sino por criaturas impedecederas que decidían desde sus opulentos salones el destino de Constantinopla y del resto del imperio. Él era ahora una de esas criaturas. Con la idea de aprovechar al máximo ese nuevo mundo de posibilidades que se había abierto ante sus ojos, Drusus aceptó de buen grado las enseñanzas de su sire y maestro, quien le instruyó en la nueva cultura que ahora debía conocer, así como en el manejo de las artes sobrenaturales inherentes a su linaje. Cuando se le consideró preparado fue presentado en sociedad para su reconocimiento público. Se le recibió en el seno de las familias bizantinas, aceptó sus legados y tradiciones y juró servirles fielmente. Pasaría las futuras noches ejerciendo de mensajero y embajador junto a Adelphos, viajando a través de las principales ciudades del Imperio. Fue en una de esas visitas cuando el magister conocería cuál iba a ser su verdadero papel en las intrigas de la ciudad. Se suponía que debían pasar el siguiente mes en la ciudad de Nicea, pero su sire desvió el rumbo y decidió seguir más allá. Iba al encuentro de su verdadero señor, pues su sire era en realidad sirviente de otro antiguo Lasombra, quien recibía a través de él noticia de todos los movimientos de la ciudad y que ambicionaba obtener los libros de la biblioteca Obertus. Drusus juraría lealtad a aquel hombre y ayudaría a Adelphos en su cometido de obtener el conocimiento que los Tzimisce guardaban.

Los siguientes años pasarían entre celebraciones de palacio, viajes y visitas al monasterio de San Juan Estudio. Los deberes como mensajero y embajador se alternaban con el espionaje a otros cainitas y el robo selectivo de libros, hasta que una noche todo se fuera al traste. Juliano, chiquillo de Alfonso de Venecia, descubriría a Drusus mientras éste le espiaba en los muelles de la ciudad. El conflicto desembocaría en un duelo entre ambos que acabaría con la derrota de Drusus y su expulsión de la ciudad. Su honor había sido puesto a prueba, y él había sido demasiado débil como para defenderlo. Ahora todo lo que ambicionaba quedaba fuera de su alcance, y la única esperanza que tenía de recuperarlo era enfrentarse de nuevo a quien le había vencido. ¿Pero cómo hacerse más fuerte? Aquel antiguo al que servía le daría la respuesta. Los años de exilio de Constantinopla se convertirían en una búsqueda personal que le llevarían a ingresar en una Hermandad conocida por pocos y a obtener el poder que tanto desaba, aunque a un precio que quizás ni él mismo conocía. Drusus volvió a retar a Juliano y ésta vez se declararía vencedor. Regresaría a la ciudad para seguir con su cometido a lo largo de los años. Sin embargo la ciudad que había abandonado empezaba a resentirse. Un mal que pocos habían percibido se estaba cobrando su precio poco a poco. El peso de la ambición de unos pocos llevó al conflicto y a la decadencia de la ciudad, y nadie parecía estar dispuesto a impedir la inminente caída. El primer aviso tuvo lugar cuando Tesalónica fue arrasada. Adelphos se encontraba por aquel entonces en dicha ciudad. Nunca volvió a saber de él. Drusus no estaba dispuesto a permitir que el Imperio cayera sin más. En unión con inesperados aliados, el magister trataría de salvar la ciudad que tanto amaba de la destrucción. Conspiraron en secreto, trazando un plan para devolver a Constantinopla su antigua gloria. Sus intenciones eran nobles, pero ya era demasiado tarde para la ciudad. Cuando la cuarta cruzada decidió pasar por la capital del imperio bizantino, el odio y la locura que se había apoderado de los miembros de las grandes familias pudo más que la inmimente amenaza. Solo unos pocos consiguieron salvarse de la destrucción y las llamas que acabaron consumiendo toda la ciudad. Drusus huyó junto con sus aliados, logrando salvar una parte de la biblioteca Obertus. Todo su pasado había sido borrado por las llamas, y sus esfuerzos reducidos a cenizas. Ahora sólo podía mirar hacia el futuro, un futuro incierto y oscuro.
sábado, 11 de septiembre de 2010 | By: Unknown

Nadir Avshalom, el Señor de las Bestias

Clan: Nosferatu

Sire: No lo recuerda.
Naturaleza: Superviviente
Conducta: Conformista
Generación:
Abrazo: No lo recuerda.
Edad aparente: Debido a su condición, es imposible saber con qué edad dejó de ser humano.
Camino: Humanidad.
Lengua materna: No lo recuerda.
Lenguas aprendidas: Latín, Griego y Hebreo.

Historia: La historia de Nadir comenzó una noche en la que despertó en una sucia y descuidada casa del distrito de Arcadio. No recordaba nada más que su nombre y su condición de vampiro. Lo demás estaba oscuro. No sabía dónde estaba, cómo había llegado a allí, de dónde venía ni a quién conocía, si es que conocía a alguien. ¿Por qué lo había olvidado? Entonces era un misterio, pero ahora sabe cuál fue la causa. Sólo una estrella de David que llevaba colgada en el cuello pudo darle a entender que era judío.

Esa noche, tras presenciar un asesinato y estar a punto de ser la cena de dos de los Gangrel de la ciudad, fue rescatado por Malaquita, líder de la familia retoño de Constantinopla y puesto a cargo de Oto, uno de sus chiquillos. Él le explicó todo acerca de la ciudad y, sobre todo, le dejó claro que no iba a ser bien recibido por los demás cainitas que habitaban en ella.

Se dedicó a copiar libros de la sección prohibida de la biblioteca del monasterio en el que los Tzimisce se habían recluido, a la cual tenía acceso por uno de los muchos túneles que le permitían permanecer oculto a los ojos ajenos. Esta fue la causa por la que se vio interesado en los negocios que Drusus se traía entre manos, ya que debía hacerse con esos libros que él había comprado. De este modo, acabó conociendo poco a poco a sus 5 compañeros.

Pero todo cambió la noche de la profecía... Aquella en la que se decía que el mundo acabaría el último día del año judío. Esa noche, él lo recordó... Él recordó que los Elegidos de Calomena pretendían invocar a la hermana de Satán, Calomena, mediante el asesinato de cientos de inocentes. Él lo recordó... porque él era uno de ellos... Y no uno cualquiera. Los Elegidos de Calomena nunca serán encontrados porque Nadir les había enseñado cómo ocultarse. Ahora él lo recordaba, claro, como si lo estuviera viviendo.

Desde entonces, ha cargado con el peso de sus pecados noche tras noche, arrepintiéndose de ellos y sufriendo al recordarlos. Pero aún hay muchas incógnitas sobre su pasado... ¿De dónde ha venido Nadir? ¿Quién es su sire? ¿Cuánto tiempo lleva existiendo? ¿Cómo acabó en Constantinopla? ¿Qué le llevó a convertirse en el monstruo que fue por ser un Elegido de Calomena?... Quizás esas dudas nunca se aclaren... Quizás lo hagan antes de lo que él espera... Sólo el tiempo podrá decirlo.

Apariencias de Nadir:

A Nadir, de momento, se le ha podido ver con dos apariencias:
jueves, 9 de septiembre de 2010 | By: Seishi

Nabuk, el último Micaelita


Clan: Toreador
Sire: Mi-ka-il, o Miguel el Patriarca
Naturaleza: Caballeroso
Conducta: Celebrante
Generación:
Abrazo: Aproximadamente 2240 a.C, en la ciudad de Ebla, en la antigua Mesopotamia
Edad aparente: Hombre adulto joven, cercano a los 25 años.
Lengua natal: Sumerio
Lenguas aprendidas: Acadio, Enocquiano, Caldeo, Griego, Latín, Italiano, Árabe, Ebreo, Rumano, Húngaro, Esloveno.

La intuición de un antiguo capadocio llamado Simeón liberó a Nabuk de un letargo que duraba ya más de treinta centurias de olvido y oscuridad, que fueron precedidas por semanas de angustia, impotencia y dolor al permanecer estacado mientras las gentes de Ebla, la que entonces era su ciudad, era asediadia por un ejército. 

Él le llevó a Constantinopla, donde fue acogido en el seno de la familia Micaelita, como el antiquísimo chiquillo de Miguel el Patriarca(o también llamado Mi-ka-il en otros tiempos) al cual se le había dado por muerto tiempo atrás. 

Nabuk tuvo que adaptarse a aquellos tiempos. Al no hablar ninguna de las lenguas frecuentes actuales, le fue destinado un tutor que le enseñase a hablar latín. Su nombre era Azael, y era capaz de leer y escribir, aunque de forma austera, el Enocquiano, lengua que el Toreador conocía. 

Pronto se introdujo en la sociedad que formaban los vástagos tras el telón mortal, y tras el tiempo necesario para pisar firme en aquellas nuevas tierras, su hermano Petronio, líder de la familia Micaelita mientras Miguel descansaba en su letargo, le nombró capitán de la guardia que protegía el sueño del Patriarca. 

Además, había encontrado una compañera en la no-vida, una cainita de nombre Circe, chiquilla de su hermano Petronio, con la cual contrajo matrimonio. También mantuvo una estrecha relación con la patricia Ana Conmena, la cual se convirtió en su amante.

Pasaron años de paz, en los que se podía disfrutar el paraíso que había construido Miguel sobre aquella región, pero llegó la revuelta contra los latinos, y luego el Octavo Consejo y con él, la supremacía de Alfonso de Venecia dentro del barrio latino, que quedó fuera de la influencia y las leyes de las familias bizantinas.
La ciudad comenzó a decaer, a llenarse de vástagos con no muy buenas intenciones, y en medio de aquel caos, Miguel despertó. Y Nabuk supo entonces que ni siquiera él sabía dónde se encontraba aquella a la que había venerado durante toda su vida, desde que era un simple mortal. Ishtar, o Arikel, la primera de su clan, diosa del amor, la fertilidad, la vida y la guerra ante sus ojos de hombre perecedero, aquella que le había escogido para recibir el abrazo, la sire de su sire, la única mujer que realmente llenaba sus pensamientos sin la fuerza de ningún vínculo de sangre, la única por la que podría sentir un amor verdadero, hacía mucho tiempo que ni siquiera se había manifestado ante Miguel, mientras Nabuk yacía en letargo. 

También comprendió en ese momento que no debía quedarse de brazos cruzados mientras lo que había construido su sire era destruido poco a poco. Se unió entonces a otros vástagos, entre los que se encontraban Simeón el capadocio y Drusus de la familia de los lasombra Magnus, para urdir un plan que pudiera salvar la ciudad de la decadencia. 

A pesar de sus intentos, la ciudad entró en devacle. Sus hermanos de sangre, a excepción de Petronio, comenzaron a enloquecer, y un día aparecieron muertos, deshechos en cenizas en sus propios refugios, el los que eran mantenidos bajo custodia porque se habían convertido en dementes que podían poner en peligro a la estirpe. 

Finalmente la tercera Cruzada fue declarada, y esta arrasó la ciudad. En medio del caos una mujer se apareció ante Nabuk, una mujer que él creía muerta y cuyo cuerpo sin vida el portó entre sus brazos antes de ser alcanzado por una fatídica flecha que atravesó su corazón y le mantendría en letargo durante tanto tiempo.

Antaño Ma-ri, amante de Mi-ka-il en Ebla, a la cual Nabuk profesaba un cariño fraternal. Ahora María, de piel ennegrecida y mirada del color de la sangre, llena de odio y carente de toda traza de inocencia y bondad que poseía en otros tiempos. Se declaró culpable de la muerte de sus hermanos, y le confesó perdonarle la vida pues él había intentado salvarla del asedio a Ebla. Declaró sus intenciones de acabar con la vida del Patriarca, y confundido e incapaz de poder hacer nada contra ella, Nabuk sólo supo resignarse y lamentarse.

Pero aquel no era el único revés del destino que sufriría en los últimos días de Constantinopla. Ante él, Gregorius, un malkavian acogido por los Micaelitas, confesó haber enloquecido a sus hermanos y a Miguel. El chiquillo pródigo de Miguel perdió entonces el control sobre si mismo, desatándose su Bestia, y el malkavian utilizó sus lunáticas artes para enloquecerle y privarle del mundo aquella noche. 

Por fortuna, Nabuk fue encontrado por Petronio, y llevado al barco que serviría de huida a lo que quedaba de la familia Micaelita y a algunos rezagados más. Justo cuando parecía que escaparían de aquel infierno, Basilio de Tesalónica, un cainita en el que Nabuk y sus aliados habían confiado a la hora de intentar salvar el sueño del Patriarca, se inmoló en el interior del barco en honor a Calomena, su única y verdadera señora.
Y aquel barco fue pasto de las llamas, al mismo tiempo que la ciudad era arrasada y la no-vida de los cainitas que en él se hallaban se deshacía en cenizas. 

Nabuk despertó a la noche siguiente, bajo las aguas. Contempló los restos del barco y la caída de Constantinopla. Derramó lágrimas carmesí y profirió un desgarrado grito de angustia y rabia. Toda su familia había perecido, había perdido a sus hermanos, a su esposa y a su sire. Había sido incapaz de proteger nada. No valía nada, ni como hombre ni como vástago. 

En desdicha y sintiendo un profundo pesar, rehízo su camino buscando a aquellos que habían partido antes que él hacia Budapest, sin poder evitar preguntarse por qué había dejado que todo aquello sucediera, sin dejar de cuestionarse el por qué aquella mujer había vuelto de entre los muertos después de más de treinta centurias, y por último y no por ello menos importante para él, si realmente Ishtar había dejado de existir o si realmente seguía viva, y si el destino era propicio y lo estaba, ¿dónde se encontraba?