jueves, 9 de septiembre de 2010 | By: Seishi

Nabuk, el último Micaelita


Clan: Toreador
Sire: Mi-ka-il, o Miguel el Patriarca
Naturaleza: Caballeroso
Conducta: Celebrante
Generación:
Abrazo: Aproximadamente 2240 a.C, en la ciudad de Ebla, en la antigua Mesopotamia
Edad aparente: Hombre adulto joven, cercano a los 25 años.
Lengua natal: Sumerio
Lenguas aprendidas: Acadio, Enocquiano, Caldeo, Griego, Latín, Italiano, Árabe, Ebreo, Rumano, Húngaro, Esloveno.

La intuición de un antiguo capadocio llamado Simeón liberó a Nabuk de un letargo que duraba ya más de treinta centurias de olvido y oscuridad, que fueron precedidas por semanas de angustia, impotencia y dolor al permanecer estacado mientras las gentes de Ebla, la que entonces era su ciudad, era asediadia por un ejército. 

Él le llevó a Constantinopla, donde fue acogido en el seno de la familia Micaelita, como el antiquísimo chiquillo de Miguel el Patriarca(o también llamado Mi-ka-il en otros tiempos) al cual se le había dado por muerto tiempo atrás. 

Nabuk tuvo que adaptarse a aquellos tiempos. Al no hablar ninguna de las lenguas frecuentes actuales, le fue destinado un tutor que le enseñase a hablar latín. Su nombre era Azael, y era capaz de leer y escribir, aunque de forma austera, el Enocquiano, lengua que el Toreador conocía. 

Pronto se introdujo en la sociedad que formaban los vástagos tras el telón mortal, y tras el tiempo necesario para pisar firme en aquellas nuevas tierras, su hermano Petronio, líder de la familia Micaelita mientras Miguel descansaba en su letargo, le nombró capitán de la guardia que protegía el sueño del Patriarca. 

Además, había encontrado una compañera en la no-vida, una cainita de nombre Circe, chiquilla de su hermano Petronio, con la cual contrajo matrimonio. También mantuvo una estrecha relación con la patricia Ana Conmena, la cual se convirtió en su amante.

Pasaron años de paz, en los que se podía disfrutar el paraíso que había construido Miguel sobre aquella región, pero llegó la revuelta contra los latinos, y luego el Octavo Consejo y con él, la supremacía de Alfonso de Venecia dentro del barrio latino, que quedó fuera de la influencia y las leyes de las familias bizantinas.
La ciudad comenzó a decaer, a llenarse de vástagos con no muy buenas intenciones, y en medio de aquel caos, Miguel despertó. Y Nabuk supo entonces que ni siquiera él sabía dónde se encontraba aquella a la que había venerado durante toda su vida, desde que era un simple mortal. Ishtar, o Arikel, la primera de su clan, diosa del amor, la fertilidad, la vida y la guerra ante sus ojos de hombre perecedero, aquella que le había escogido para recibir el abrazo, la sire de su sire, la única mujer que realmente llenaba sus pensamientos sin la fuerza de ningún vínculo de sangre, la única por la que podría sentir un amor verdadero, hacía mucho tiempo que ni siquiera se había manifestado ante Miguel, mientras Nabuk yacía en letargo. 

También comprendió en ese momento que no debía quedarse de brazos cruzados mientras lo que había construido su sire era destruido poco a poco. Se unió entonces a otros vástagos, entre los que se encontraban Simeón el capadocio y Drusus de la familia de los lasombra Magnus, para urdir un plan que pudiera salvar la ciudad de la decadencia. 

A pesar de sus intentos, la ciudad entró en devacle. Sus hermanos de sangre, a excepción de Petronio, comenzaron a enloquecer, y un día aparecieron muertos, deshechos en cenizas en sus propios refugios, el los que eran mantenidos bajo custodia porque se habían convertido en dementes que podían poner en peligro a la estirpe. 

Finalmente la tercera Cruzada fue declarada, y esta arrasó la ciudad. En medio del caos una mujer se apareció ante Nabuk, una mujer que él creía muerta y cuyo cuerpo sin vida el portó entre sus brazos antes de ser alcanzado por una fatídica flecha que atravesó su corazón y le mantendría en letargo durante tanto tiempo.

Antaño Ma-ri, amante de Mi-ka-il en Ebla, a la cual Nabuk profesaba un cariño fraternal. Ahora María, de piel ennegrecida y mirada del color de la sangre, llena de odio y carente de toda traza de inocencia y bondad que poseía en otros tiempos. Se declaró culpable de la muerte de sus hermanos, y le confesó perdonarle la vida pues él había intentado salvarla del asedio a Ebla. Declaró sus intenciones de acabar con la vida del Patriarca, y confundido e incapaz de poder hacer nada contra ella, Nabuk sólo supo resignarse y lamentarse.

Pero aquel no era el único revés del destino que sufriría en los últimos días de Constantinopla. Ante él, Gregorius, un malkavian acogido por los Micaelitas, confesó haber enloquecido a sus hermanos y a Miguel. El chiquillo pródigo de Miguel perdió entonces el control sobre si mismo, desatándose su Bestia, y el malkavian utilizó sus lunáticas artes para enloquecerle y privarle del mundo aquella noche. 

Por fortuna, Nabuk fue encontrado por Petronio, y llevado al barco que serviría de huida a lo que quedaba de la familia Micaelita y a algunos rezagados más. Justo cuando parecía que escaparían de aquel infierno, Basilio de Tesalónica, un cainita en el que Nabuk y sus aliados habían confiado a la hora de intentar salvar el sueño del Patriarca, se inmoló en el interior del barco en honor a Calomena, su única y verdadera señora.
Y aquel barco fue pasto de las llamas, al mismo tiempo que la ciudad era arrasada y la no-vida de los cainitas que en él se hallaban se deshacía en cenizas. 

Nabuk despertó a la noche siguiente, bajo las aguas. Contempló los restos del barco y la caída de Constantinopla. Derramó lágrimas carmesí y profirió un desgarrado grito de angustia y rabia. Toda su familia había perecido, había perdido a sus hermanos, a su esposa y a su sire. Había sido incapaz de proteger nada. No valía nada, ni como hombre ni como vástago. 

En desdicha y sintiendo un profundo pesar, rehízo su camino buscando a aquellos que habían partido antes que él hacia Budapest, sin poder evitar preguntarse por qué había dejado que todo aquello sucediera, sin dejar de cuestionarse el por qué aquella mujer había vuelto de entre los muertos después de más de treinta centurias, y por último y no por ello menos importante para él, si realmente Ishtar había dejado de existir o si realmente seguía viva, y si el destino era propicio y lo estaba, ¿dónde se encontraba?

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