martes, 14 de septiembre de 2010 | By: DarkAule

Drusus, Maestro de Sombras

Clan: Lasombra
Sire: Adelphos
Naturaleza: Bellaco
Conducta: Juez
Generación:
Abrazo: 1157
Edad aparente: Veintitantos
Camino: Camino de los Reyes (Senda del Visir)
Lengua materna: Latín.
Lenguas aprendidas: Árabe, Griego.
Historia: Nacido como segundogénito de una familia bizantina, Drusus comenzó su historia como bibliotecario del Gran Palacio. Por ese entonces era un joven noble y ambicioso, que luchaba por labrarse un hueco en el imperio bizantino. Con el tiempo sus habilidades llamarían la atención de un cainita griego llamado Adelphos, perteneciente a la familia retoño de los Lasombra Magnus, quien escogería a Drusus para convertirse en su mano derecha. Con el abrazo descubriría una verdad que cambiaría su mundo para siempre: La ciudad en la que vivía y que tanto amaba no era gobernada por meros mortales, sino por criaturas impedecederas que decidían desde sus opulentos salones el destino de Constantinopla y del resto del imperio. Él era ahora una de esas criaturas. Con la idea de aprovechar al máximo ese nuevo mundo de posibilidades que se había abierto ante sus ojos, Drusus aceptó de buen grado las enseñanzas de su sire y maestro, quien le instruyó en la nueva cultura que ahora debía conocer, así como en el manejo de las artes sobrenaturales inherentes a su linaje. Cuando se le consideró preparado fue presentado en sociedad para su reconocimiento público. Se le recibió en el seno de las familias bizantinas, aceptó sus legados y tradiciones y juró servirles fielmente. Pasaría las futuras noches ejerciendo de mensajero y embajador junto a Adelphos, viajando a través de las principales ciudades del Imperio. Fue en una de esas visitas cuando el magister conocería cuál iba a ser su verdadero papel en las intrigas de la ciudad. Se suponía que debían pasar el siguiente mes en la ciudad de Nicea, pero su sire desvió el rumbo y decidió seguir más allá. Iba al encuentro de su verdadero señor, pues su sire era en realidad sirviente de otro antiguo Lasombra, quien recibía a través de él noticia de todos los movimientos de la ciudad y que ambicionaba obtener los libros de la biblioteca Obertus. Drusus juraría lealtad a aquel hombre y ayudaría a Adelphos en su cometido de obtener el conocimiento que los Tzimisce guardaban.

Los siguientes años pasarían entre celebraciones de palacio, viajes y visitas al monasterio de San Juan Estudio. Los deberes como mensajero y embajador se alternaban con el espionaje a otros cainitas y el robo selectivo de libros, hasta que una noche todo se fuera al traste. Juliano, chiquillo de Alfonso de Venecia, descubriría a Drusus mientras éste le espiaba en los muelles de la ciudad. El conflicto desembocaría en un duelo entre ambos que acabaría con la derrota de Drusus y su expulsión de la ciudad. Su honor había sido puesto a prueba, y él había sido demasiado débil como para defenderlo. Ahora todo lo que ambicionaba quedaba fuera de su alcance, y la única esperanza que tenía de recuperarlo era enfrentarse de nuevo a quien le había vencido. ¿Pero cómo hacerse más fuerte? Aquel antiguo al que servía le daría la respuesta. Los años de exilio de Constantinopla se convertirían en una búsqueda personal que le llevarían a ingresar en una Hermandad conocida por pocos y a obtener el poder que tanto desaba, aunque a un precio que quizás ni él mismo conocía. Drusus volvió a retar a Juliano y ésta vez se declararía vencedor. Regresaría a la ciudad para seguir con su cometido a lo largo de los años. Sin embargo la ciudad que había abandonado empezaba a resentirse. Un mal que pocos habían percibido se estaba cobrando su precio poco a poco. El peso de la ambición de unos pocos llevó al conflicto y a la decadencia de la ciudad, y nadie parecía estar dispuesto a impedir la inminente caída. El primer aviso tuvo lugar cuando Tesalónica fue arrasada. Adelphos se encontraba por aquel entonces en dicha ciudad. Nunca volvió a saber de él. Drusus no estaba dispuesto a permitir que el Imperio cayera sin más. En unión con inesperados aliados, el magister trataría de salvar la ciudad que tanto amaba de la destrucción. Conspiraron en secreto, trazando un plan para devolver a Constantinopla su antigua gloria. Sus intenciones eran nobles, pero ya era demasiado tarde para la ciudad. Cuando la cuarta cruzada decidió pasar por la capital del imperio bizantino, el odio y la locura que se había apoderado de los miembros de las grandes familias pudo más que la inmimente amenaza. Solo unos pocos consiguieron salvarse de la destrucción y las llamas que acabaron consumiendo toda la ciudad. Drusus huyó junto con sus aliados, logrando salvar una parte de la biblioteca Obertus. Todo su pasado había sido borrado por las llamas, y sus esfuerzos reducidos a cenizas. Ahora sólo podía mirar hacia el futuro, un futuro incierto y oscuro.

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